La delincuencia infunde miedo
Es una lástima que cada semana se hable menos de fútbol, de estrategias y tácticas en desmedro de hechos violentos y delictuales que tienen secuestrado al fútbol y al verdadero hincha.
Trapos colgados con rostros, energúmenos colgados en las rejas o arriba de los techos del estadio, piedras u objetos contundentes que arrojan al campo de juego, rayos láser apuntando al adversario, bengalas usadas como armas y –como si fuera poco- un funeral que irrumpe en un recinto privado para demostrar un fanatismo exacerbado e irracional.
Se suma a ello, una postura de superioridad e importancia de personajes que pertenecen a una barra que históricamente ha sido foco de delincuencia; que han sido los “tontos útiles” de campañas políticas y que se forjan a punta de cuchillo y balas.
Estos personajes –que se creen más importantes que la institución- son capaces de tener siempre entradas disponibles, se creen dueños de un sector del estadio (de varios en verdad), tienen una actitud intimidante que provoca el terror de familias completas que han desistido de ir al estadio, porque “existen estos mafiosos” que hacen lo que quieren.
Blanco y Negro debe hacerse cargo; debe asumir esta tarea prioritaria de extirpar este cáncer que tiene agonizando al club; debe tener los mejores funcionarios para enfrentar este problema, debe implementar medidas de fondo y asegurar que un espectáculo pagado sea acorde a los estándares de seguridad y comodidad que corresponda.
El estado no puede hacerle el quite a su tarea básica de brindar los derechos esenciales a sus ciudadanos y que tienen que ver con la vida y la seguridad. Hay estamentos que no han dado el ancho como Estadio Seguro, las policías no han sido capaces de enfrentar a las barras bravas y la justicia no ha sabido determinar penas ejemplares.
El hincha, el verdadero, está hastiado. Asistir al estadio se convierte en un acto heroico y en una hazaña. Obtener una entrada, pagar un costo alto, llegar al estadio –muchas veces no hay transporte público al término del “espectáculo”, asientos sucios, baños sin agua, ubicaciones en donde no se ve la cancha, escalinatas llenas que no te permiten ver ni moverte, imbéciles que no respetan los espacios y no dejan ver el fútbol por su famoso “aguante”.
Esto no tiene nada de nuevo, sólo es parte de un grito desesperado de todos aquellos que vemos el fútbol como un espacio de entretención y ocio, como un lugar de la familia, de tradición y de amor por los colores del equipo.
Basta de delincuentes, de patos malos, de choros en patota; basta de barras bravas; basta de imbéciles que lo único que han hecho es matar el fútbol.
No necesitamos barras, necesitamos verdaderos hinchas. Nada más.
